lunes, 3 de octubre de 2022

 

Guayana Esequiba: hoy se cumplen 123 años de una vergonzosa sentencia arbitral

 Dr. Abraham Gómez R.

 Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

 Miembro del Instituto de Estudios Fronterizos de Venezuela (IDEFV)

 Asesor de la Comisión Especial de Defensa del Esequibo y de la Soberanía Territorial

 

Una inmensa mácula sigue gravitando sobre los propiciadores de la decisión alevosa y vil que nos perpetró el arrebato de una séptima parte de nuestra geografía.

Apreciemos lo siguiente para que tengamos una idea del daño que nos causaron con el Laudo Arbitral de París: la extensión de los 159.500 km2 que nos quitaron es mucho más grande que los estados Zulia, Táchira, Mérida, Portuguesa, Cojedes, Trujillo, Lara, Falcón, y queda todavía una considerable porción territorial donde caben las entidades Carabobo y Aragua. No es poca cosa.

Nótese que nos estamos refiriendo únicamente a lo territorial. Hemos hecho abstracción de los incuantificables recursos de todo tipo. Tampoco hemos aludido a la proyección atlántica que se genera, consecuencialmente; porque a todo territorio ubicado en la costa, le corresponde un espacio marítimo a partir de una línea base, conforme a la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar.

En esta fecha – de ingrata recordación-- se cumplen (123) años de esa   añagaza política-diplomática (3 de octubre de 1899), cuando las potencias inglesas, rusas y estadounidenses se complotaron para cercenarle a Venezuela lo que siempre ha sido nuestro: la Guayana Esequiba.

Se compuso, de forma amañada, un tribunal de arbitraje donde no participó ningún representante de Venezuela. Estuvo estructurado ese órgano sentenciador por cinco miembros: dos estadounidenses que fungieron como “delegados” de nuestro país, dos ingleses por el Reino Unido y el quinto miembro como elemento imparcial, que sería el presidente. Precisamente, este último fue quien más tuvo un comportamiento dañoso hacia nosotros.

Veamos: la Corte Suprema de Estados Unidos de América designó a Melville Weston Fuller y a David Josiah Brewer, ambos miembros de la citada institución jurisdiccional, para que fueran los voceros legales, “plenipotenciarios, por Venezuela”.

Así, además, integraron el jurado arbitral por el Reino Unido, Sir Richard Henn Collins (inglés), Barón Herschell (inglés), sustituido al fallecer por Charles Barón Russel de Killowen (miembro del Consejo Privado de la Reina); y el presidente del Tribunal, seleccionado por los cuatro miembros anteriores; cuya responsabilidad recayó en Federik de Martens (ruso), quien para entonces cumplía funciones de catedrático de las universidades británicas de Cambridge y Edimburgo y por añadidura miembro permanente del Consejo del Ministerio de Relaciones Exteriores de Rusia, entonces Imperio ruso; de tal manera, que así se armó toda una tratativa, cuyo resultado sentencial ha sido patentizado a lo largo de la historia de los arbitrajes en el mundo como una vergüenza.

Hoy, recordamos ese hecho con consternación, pero no rendidos. Contrariamente, elevamos, de modo permanente y clara, nuestras voces de protesta por tal ignominia.

Las labores de latrocinio y rapiña por parte de los ingleses se enarbolaron al oeste del río Esequibo, espacios geográficos que siempre han sido nuestros y sobre los cuales poseemos Justos Títulos traslaticios desde el año 1777, con la Real Cédula de Carlos III y el acta de reconocimiento de nuestra Independencia que nos hizo España, el 30 de marzo de 1845.

La conformación del precitado tribunal llevaba la cocinada determinación de conferirles a los ingleses lo que jamás habían descubierto; lo que nunca poblaron y mucho menos civilizaron.

Vamos a decirlo, apropiadamente, en las claves narrativas del insigne Rafael María Baralt: “antes de que brillara la aurora de nuestra independencia, Inglaterra no cesó de promover en nuestra tierra un sistema tan cínico como maquiavélico de contrabando”

Hemos estado reclamando para nuestra Nación venezolana la restitución de la Guayana Esequiba; algunas veces con ímpetu, otras con flaquezas y debilidades.  Hoy estamos listos, con todas nuestras probanzas, para encararlos –procesalmente—ante la Corte Internacional de Justicia.

Reconocemos, innegablemente, que hemos cometido errores, desaciertos e impropiedades; sin embargo, nuestra lucha reivindicativa cada vez se vuelve más inmarcesible. Se crean fundaciones y organizaciones no gubernamentales. Nos enorgullecemos de la indeclinable posición de las Academias, de la Fundación Venezuela Esequiba, de Mi Mapa de Venezuela; destacado trabajo de la elogiable   Comisión Especial de Defensa del Esequibo y la Soberanía Territorial; así también del Instituto de Estudios Fronterizos de Venezuela, el COVRI; en fin, hay actividades permanentes de esta hermosa amalgama de entidades y personalidades que no desmayaremos en esta noble causa.

Deseamos que se sepa en el mundo que los reclamos que hemos intentado por vías diplomáticas, políticas y jurídicas no están sustentados en caprichos chauvinistas, reacciones intemperantes, desproporcionadas o injustas. Hemos explicado – en todas nuestras conferencias en las universidades — y  en las instancias internacionales correspondientes las razones y argumentos sociohistóricos y jurídicos que nos asisten. Que no son empecinamientos o malcriadez diplomática.

 

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