Guayana
Esequiba: exploración, descubrimiento e inversión ¿a cuenta y riesgo?
Dr. Abraham
Gómez R.
Miembro de la Academia Venezolana de
la Lengua
Asesor de la ONG Mi Mapa
Asesor de la Comisión por el Esequibo
y la Soberanía Territorial
Asesor de la Fundación Venezuela
Esequiba
Miembro del Instituto de Estudios
Fronterizos de Venezuela.
A partir de
los lamentables acontecimientos bélicos entre Rusia y Ucrania, desatados hace
más de un año, han surgido bastantes opiniones críticas contra el propio
sistema normativo internacional.
El mundo se
pregunta: si existe un derecho internacional, ¿por qué no han podido contener
las atrocidades que se cometen en las áreas en conflagración?
No pocos
llegan a cuestionar severamente al sistema; y a preguntarse de qué sirve esa
fórmula que una vez nos vendieron como explicación cuasi mí(s)tica para el
arreglo de las controversias entre los Estados.
Es verdad que
no hay sociedad sin derecho – ubi societas, ibi ius-; pero, también es cierto
que el derecho se resquebraja; o lo ponen a jugar el juego que les interesa a
los detentadores poderosos del ámbito de que se trate; y todavía así, se les
exige a algunos Estados que deban someterse a un orden normativo, obligatorio y
coercitivo que se consagra en el Derecho Internacional Público.
Sin dudas que
ha habido un retroceso (e incredulidad) en la fundamentación doctrinal del
Derecho internacional; por cierto, hasta no hace mucho uno de los ejes
temáticos que desplegaba apasionadas y productivas discusiones para nutrir y fortalecer
– al propio tiempo-- las particulares soberanías nacionales.
Todavía pugnan
dos visibles corrientes – caras complementarias una de la otra—para dar cuenta
de la problematización o serios enfrentamientos interestatales.
Veamos: si nos
inscribimos en la perspectiva estrictamente voluntarista; para intentar
resolver el asunto de fondo sin acuerdos previos, expresos o tácitos, nos
encontraremos de frente con los límites y demás regulaciones que impone el
derecho.
En otro
sentido. Si se nos ocurre o procuramos acopiar la mayor y mejor consensualidad
posible, entre las partes conflictuadas; se nos impone la norma Internacional,
sin más. ¿Entonces, cómo hacemos para alcanzar una resolución satisfactoria,
sin que incomodemos susceptibilidades o contrariemos la norma?
La brevísima reflexión
y descripción anterior viene a propósito de la justa y centenaria reclamación
que ha hecho Venezuela de la séptima parte de su histórica extensión territorial,
que le desgajaron con artimañas y vilezas.
Las posibles
alternativas de solución planteadas por nuestro país fueron saboteadas por
ingleses y guyaneses.
Algunas veces,
quisimos alcanzar una decisión por la vía voluntarista, y conseguimos
resistencias internas y en la comunidad internacional; con discursos
conminativos a respetar las normas.
En otras ocasiones,
invitamos a la contraparte (Reino Unido y su colonia Guayana Británica) a
consensuarnos para solucionar –definitivamente—el despojo que nos habían
perpetrado.
Logramos –
luego de extenuantes jornadas de análisis y discusiones— negociar, suscribir y
ratificar el Acuerdo de Ginebra, el 17 de febrero de 1966; documento que posee
pleno vigor jurídico; el cual en su debida oportunidad fue consignado en la
Organización de la Naciones Unidas, donde causó estado; es decir, su contenido ha
resultado inalterable, y jamás ha sido atacado o recurrido.
Sus efectos jurídicos han asumido, desde siempre, el carácter permanente
como consecuencia de haber quedado firme, o lo que es lo mismo, haber pasado en
autoridad de cosa juzgada.
Una vez más,
me permito citar el Artículo Primero del Acuerdo de Ginebra, donde quedó
explícitamente entendido la condición de nulidad absoluta del ardid tramposo
del 03 de octubre de 1899.
“Se establece una Comisión Mixta con el encargo de buscar soluciones
satisfactorias para el arreglo práctico de la controversia entre Venezuela y el
Reino Unido surgida como consecuencia de la contención venezolana de que el
Laudo arbitral de 1899 sobre la frontera entre Venezuela y Guayana Británica es
nulo e irrito”.
Basta con
exponer el Acuerdo de Ginebra en el juicio e invocar derecho ante la Corte
Internacional de Justicia, donde se dirime este asunto litigioso para que se le
restituya a Venezuela los 159.500 km2 que nos desgajaron.
Así también,
pedir cautelarmente la inmediata paralización de las actividades de las
empresas transnacionales que vienen operando en la Zona en Reclamación y en su
proyección atlántica.
¿Por qué
solicitar medidas provisionales? Porque esos incalculables
recursos nunca han sido ni británicos ni guyaneses.
Estamos dispuestos
a comparecer y encarar en el citado Proceso, para probar con suficientes
elementos de convicción: jurídicos, históricos y cartográficos que ha habido
una ocupación abusiva de esas empresas, a partir de concesiones fraudulentas e
ilegales que recibieron de los gobiernos guyaneses.
Entregas
impregnadas de añagaza económica.
Guyana no es
un país petrolero. Esos recursos no le pertenecen.
Lo decimos por
cuanto pretenden insistir en irrespetar el contenido esencial del Acuerdo de Ginebra
que jamás les ha concedido ni propiedad y menos soberanía para que se
pronuncien, con descaro de la siguiente manera:
“Dos empresas canadienses
descubrieron yacimiento petrolero en Guyana. La firma
conjunta ha finalizado con éxito las operaciones de perforación sin incidentes
de seguridad y espera poner en marcha la plataforma de perforación a principios
de julio de 2023.
Las compañías canadienses indicaron que debido a una falla de la
herramienta en el fondo del pozo y a que la nueva herramienta no estaba
disponible, no se obtuvieron todavía muestras de petróleo.
Las propiedades de las rocas y los fluidos serán analizadas por un
laboratorio independiente en los próximos 2-3 meses para definir la producción
neta. En
los próximos meses, los resultados se integrarán en los modelos geológicos y
geofísicos para obtener una visión actualizada de toda la parte norte del bloque
Stabroek. Esperamos ansiosamente los resultados de este análisis. Este reciente
descubrimiento marca un hito significativo en la exploración petrolífera de las
costas de Guyana, con un total de 45 hallazgos desde 2015, lo que reafirma que
el potencial de hidrocarburos del país”. (Declaración del vicepresidente de Guyana,
Bharrat Jagdeo)
A propósito de
lo que hemos venido denunciado, Irfaan Ali ratificó, recientemente, las declaraciones
que había ofrecido a finales del año pasado, acerca del denominado Proyecto
Guyana 2023; cuando, precisamente, estaba en su punto álgido la reclamación de
Venezuela, a través de la Excepción Preliminar.
No obstante,
la sibilina paralización del mencionado proyecto, manejamos la información de
que lo están ejecutando por debajo de cuerda; a pesar de la reticencia de
algunas empresas a involucrarse en estas labores, hasta que haya una resolución
definitiva sobre este caso controvertido en la Sala Sentenciadora de la ONU.
El presidente
guyanés da a conocer a los medios de comunicación lo siguiente:
“Están a subasta 14 bloques de petróleo en alta mar y que el Gobierno
espera otorgar nuevos contratos para fines de junio. La cuenca de Guyana es
considerada la de más rápido crecimiento del mundo, con recursos estimados
superiores a 25.000 millones de barriles de petróleo equivalente y una reserva
estimada superior a 11.000 millones. Esta ronda de licitaciones permite al
Gobierno de Guyana crear y administrar un marco fiscal y regulatorio mejorado.
Lo que buscamos hacer es tener el mejor resultado posible para Guyana, dadas
las lecciones que hemos aprendido. Hasta ahora, un consorcio de empresas:
Exxon, Hess y CNOOC son los desarrolladores de un bloque gigante llamado
Stabroek en la costa de Guyana. Buscamos un equilibrio para garantizar que el
país obtenga el mejor trato posible en términos de ingresos y, al mismo tiempo,
no asustar a los inversores”.
Hacemos la categórica advertencia que la mayor parte de esos recursos se
ubican en la proyección atlántica de la Guayana Esequiba, inclusive en el
frente marítimo del Delta del Orinoco, que no se encuentra incluido en el
litigio.
Dejamos
sentado ante el mundo que La condición de Venezuela de país petrolero no es un
artificio de ayer para hoy; una sobrevenida invención para coquetear con las
transnacionales o una caricatura económica para justificarnos por el asunto
litigioso que se dirime en La Haya.
A lo largo de los
siglos XX y XXI se han emprendido nuevos y precisos descubrimientos,
exploraciones tecnificadas y sostenidas explotaciones que le han conferido a
nuestra nación la merecida categoría de país petrolero y la ocasión de hacerse
cofundadora de la OPEP.
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