jueves, 24 de abril de 2025

 

Guayana Esequiba: El litigio se encuentra en el esquema que la Corte le confirió

Dr. Abraham Gómez R.

Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

Asesor de la Fundación Venezuela Esequiba

Miembro del Instituto de Estudios Fronterizos de Venezuela

Presidente del Observatorio Regional de Educación Universitaria (OBREU)

 

En verdad, nuestro país había invocado siempre el Acto procesal de No Comparecencia; por cuanto, no le reconocíamos Jurisdicción a la Corte Internacional de Justicia como instancia idónea para dirimir la controversia; y menos conocer forma y fondo de este asunto; pero la realidad ha cambiado, inmensamente, tras la sentencia que la propia Sala se auto otorgó en diciembre de 2020.

 

El Alto Tribunal, en la referida ocasión, desestimó tres elementos (de cuatro) los cuales se encontraban contenidos en la Pretensión Procesal del recurso interpuesto por Guyana.

La contraparte aspiraba que se le ordenara a Venezuela la  retirada de nuestro  Ejército de toda el área este de la Isla de Anacoco;  además, en el escrito, los coagentes guyaneses  pedían que se impusiera una medida a Venezuela para que “dejara de hostilizar” a las (39) empresas transnacionales que han estado esquilmando los incuantificables recursos de la denominada entonces “zona en reclamación” y su respectiva  proyección atlántica; operaciones que efectúan en contravención al Acuerdo de Ginebra de 1966.

Así también, ellos habían   solicitado que la citada Autoridad Internacional acordara restricciones a nuestro país, para que no “obstaculice” a la excolonia británica ninguno de sus proyectos económicos; aunque pretendan desarrollarlo ( y lo hacen) en la zona objeto del litigio.

 

La Corte, en la narrativa de los hechos y en la fundamentación de derecho, dejó sentado que las precitadas “menudencias” se podían resolver por otras vías pacíficas, y no en ese Tribunal.

 

La CIJ consideró que su tarea jurisdiccional, en lo adelante, se circunscribirá a solicitar a las Partes a que presenten sus respectivos alegatos en cuanto a la “eficacia jurídica” del Laudo Arbitral de París del 3 de octubre de 1899. Ni más ni menos.

 

El Ente Jurisdicente se fijó su propio esquema para proceder; y ha venido invitando a las partes concernidas a las audiencias.

Algunas veces en trayectos preliminares, en otra atinente a la fase expositiva o postulatoria; donde prácticamente se trabó el juicio.

 

Frente a los panoramas que nos anuncian (y acecha) hay que actuar con inteligencia.

Quienes hemos estudiado este asunto por años sostenemos, de muchas maneras, que el mencionado Laudo es desmontable. Pero, estamos contestes que nos encontramos nada más y nada menos que ante un insalvable dilema.

 

La disyunción se planteará y sostendrá en estos términos: hasta dónde puede llegar a ser considerado el citado documento, un adefesio con “carácter válido y vinculante”.

 

Podrá la delegación guyanesa convencer y probar en juicio   que la decisión arbitral de 1899 ha sido “Ejecutoriada” por Venezuela; por lo que recibirían de la Sala la impronta de Cosa Juzgada, con los respectivos soportes impeditivos de impugnaciones. Por eso les digo, no es poca cosa tal desafío.

 

Resulta impensable cómo y con qué podría Guyana convencer a los magistrados que esa extensión territorial ha sido de ellos y develar cómo la consiguieron.

 

Deseamos dejar sentado, sin arrogancia o prepotencia, lo siguiente.

Históricamente, nos hemos encontrado munidos de los Justos Títulos Traslaticios, en tanto recursos probatorios de la propiedad y legitimidad jurídica y cartográfica de Venezuela sobre esa séptima parte que nos desgajaron.

 

Respaldados   por los escritos que nos asisten no hay nada que temer; dado que tales documentos   que nos favorecen –reiteramos- no son expedientes con presunciones caprichosas, empecinamientos de malcriadez. Son legajos iuris et de iure.

Con seguridad, en el momento de probar -el 11 de agosto de este año- la delegación venezolana hará resplandecer, con bastante honestidad, la Real Cédula de Carlos III, de fecha 8 de septiembre de 1777, cuando se crea la Capitanía General de Venezuela en las iniciativas denominadas Reformas Borbónicas.

 

En la señalada Real Cédula se fija la mitad del rio Esequibo, como límite natural y legítimo del costado este.

Añadimos también que, para el 30 de marzo de 1845, cuando España reconoce la Independencia a Venezuela, mediante el “Tratado de Paz y Amistad”, ratifica que la extensión territorial que le corresponde a la naciente República está conformada, precisamente, por todo cuanto quedó contenido en la Real Cédula de 1777.

 

Atendamos con suficiente cautela que los propósitos en la Política Exterior de Venezuela, por la reclamación de la Guayana Esequiba tienen que seguir con seriedad y al amparo de una iniciativa con las características que describen la fortaleza de una diplomacia abierta, como Asunto de Estado, para que avance de manera franca a los ojos de la opinión pública.

jueves, 17 de abril de 2025

 

Pretender curar con arrobas las exclusiones hechas a las mujeres.

Dr. Abraham Gómez R.

Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

Presidente del Observatorio Regional de Educación Universitaria(OBREU)

 

 

Las mujeres han venido asumiendo elogiosas responsabilidades, tal vez “lentamente”, pero con fundamentación y sostenibilidad.

 Este es el siglo de las mujeres, no caben dudas.

 En bastantes partes del mundo se ha venido adelantando una especie de “excavación en la historia”; un asunto casi de “arqueología social” con el fin de hacer los hallazgos del legado inmarcesible de las mujeres, de extraer sus palabras y sus obras. Para que ellas digan, en la contemporaneidad, lo que intentaron decir y no pudieron; para que sus voces sean escuchadas.

 Sin embargo, aprovecho de invitarlos para que prestemos atención a lo siguiente:  cuando estudiamos el Género Gramatical nos conseguimos que atiende a estructuras complejas morfo-sintácticas concordantes; es decir, propiedad de los sustantivos y de ciertos pronombres, por cuya especificidad se hace posible clasificarlos en masculinos, femeninos y en neutros; este último, en caso muy concreto en algunas lenguas.

El Género Gramatical no tiene nada que ver con sexismo, ni con genitalidades o ubicaciones conforme a la "diversidad de gustos" de cada quien. Eso es otra cosa.

Si admitimos que a través del Género Gramatical nos guiamos para el orden sintagmático que deben seguir las palabras, evitemos caer en la trampa de las dobles consideraciones al momento de mencionar lo masculino y lo femenino. Eso es innecesario y redundante.

 Nuestra Real Academia Española ha fijado posición determinante al respecto.

Tenga en cuenta que por muy buenas intenciones que usted abrigue o quiera dársela de “moderno, fino o actual” no hace inclusión de lo femenino en la sociedad, ni reivindica a la mujer con decir: muchachos y muchachas, ellas y ellos, estudiantes y estudiantas, todas y todos, o poniendo arrobas (@) en los escritos para abarcar ambos géneros de una sola vez. Esa doble mención del género resulta un insoportable galimatías.

 Muchísimas  veces por pretender enarbolar falsos feminismos se cometen tamañas barrabasadas; así también, alguna gente  --por querer aparentar ser incluyente,  abarcativo o populista con sus palabras-- pronuncia  la desfachatez siguiente: participantes y participantas, concejales y concejalas, alférez y alfereza, oficinistas y oficinistos, periodista y periodisto, títulos y títulas (como dijo, recientemente, un ministro) camaradas y camarados, asistentes y asistentas;  y por esa ruta distorsionada y ridícula se termina por ofender o poner en entredicho el verdadero valor de las mujeres en nuestra sociedad.

 Hay que respetar las normas establecidas en la lengua que poseemos para expresarnos.

 Nuestro idioma, no obstante, sus muchas imprecisiones y aspectos mejorables, sostiene elementos que han sido sometidos a reglas; que son aceptados por tácitos convencionalismos o por uso rutinario y tradición.

 Si cada quien va a hablar como mejor le plazca, imagínese en qué va a parar el asunto; además, eso parece que se contagia como una “rara enfermedad”.

Es su propia determinación expresiva, para bien o para mal, lo que le proporcionará identificación y personalidad.

 ¿Qué se busca con tal esquema o criterio de ordenación del buen uso del Género Gramatical? Digámoslo directamente, que haya exquisitez, economía y transparencia en el vocablo utilizado, en   la frase construida y en el texto o discurso. Elegancia en los actos de habla y en toda la comunicación.

Aunque la sociedad se encuentre masculinizada, las mujeres requieren de nosotros -hoy tanto como ayer- una nueva mirada sociohistórica; por cuanto, reconocemos que se ha vuelto indetenible la presencia de la mujer en las más disímiles disciplinas profesionales y áreas de conocimientos. La mujer vive en constante y maravillosa superación.

¿Qué nos hemos conseguido, a lo largo de todo ese trayecto? Que, ciertamente, todavía hay odiosos resabios de androcentrismo en las sociedades; que   creen y presuponen que en torno a lo masculino deben determinarse todas las cosas. Eso es absurdo.

 Digamos también que, al momento de escribir sobre el hermoso e interesante trabajo de las mujeres, muchos intelectuales emplean suficientes estrategias de atenuación discursiva que persiguen minimizar el contenido de sus obras, cuando los temas se refieran al género femenino. Son intelectuales deshonestos, cobardes e hipócritas.

 Es verdad que cuando una sociedad se encuentra masculinizada, entonces hace usos excesivos de los diminutivos -- como instrumentos lingüísticos-- para darle opacidad a las realidades de las mujeres.

 

jueves, 10 de abril de 2025

 

Guayana Esequiba: Un Asunto de Estado

Dr. Abraham Gómez R.

Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

Asesor de la Fundación Venezuela Esequiba

Miembro del Instituto de Estudios fronterizos de Venezuela

Presidente del Observatorio Regional de Educación Universitaria (OBREU)

 

Tengo la seguridad que una inmensa mayoría de compatriotas venezolanos coincide conmigo cuando expreso que lo peor que podemos hacer es abrir una innecesaria e inconveniente confrontación política-partidista interna en nuestro país, relacionada a la Guayana Esequiba, precisamente en este momento apremiante cuando nos encontramos concernidos en un serio pleito jurídico, en el Alto Tribunal de La Haya por la séptima parte de la geografía venezolana, que nos arrebataron de manera alevosa y vil.

 

Hoy, más que nunca, se hace imprescindible la absoluta y sólida unidad de todos los sectores, sin excepciones.

Hay una inmensa acechanza desde el exterior que nos obliga a encarar unidos, en una sola determinación patriótica; indistintamente a las diferencias que tengamos, que las tenemos.

Insisto en señalar que debemos reforzar la estructuración de defensa jurídica, sin recelos ni mezquindades; también un bloque opinático compacto, para contrarrestar las pretensiones de la Parte que nos rivaliza, por las acciones unilaterales en contra nuestra que ellos interpusieron por ante la Corte.

 

Sería desastroso si nos peleamos internamente; si cada quien cree que le puede sacar provecho para su parcela política-partidista o  nos ausentamos del Ente Juzgador; porque, de todas maneras, el juicio sigue su curso. Demasiado riesgoso.

La Corte podría llegar a sentenciar en ausencia de una de las partes (Artículo 53 del Estatuto de la Corte).  ¡Mucho cuidado con eso…!

 

La contención por la Guayana Esequiba rebasa los egos individualistas mal curados, los particularismos confesionales, raciales o de cualquier otra índole.

 Este caso nos necesita unidos como país, con criterios unánimes.

 

Destacamos la labor   de las ONG que han sido creadas para adelantar hermosas actividades al respecto; así, además, hacemos el reconocimiento debido al Instituto de Estudios Fronterizos de Venezuela; lo propio cabe para el Consejo Venezolano de Relaciones Internacionales(COVRI), para las      Fundaciones en su insistente afán  de concienciación; igualmente la determinante posición de La Academia de Ciencias Políticas y Sociales ; igualmente la tarea que ha cumplido la Alta  Comisión Presidencial en Defensa del Esequibo y  la Comisión que para tales efectos se conformó en la Asamblea Nacional. Todos en una sola motivación y propósito - de esfuerzos elogiadamente ponderados- constituye un ejemplo de lucha sostenida sin actitudes atrabiliarias o estrepitosas; porque, aquí se requiere talento y densidad en la formación documental y doctrinaria, para insistir en la reclamación y defender en la Corte Internacional Justicia o donde   haya lugar lo que honradamente siempre ha sido nuestro, que nos arrebataron, en una tratativa perversa mediante añagazas jurídicas.

Este caso litigioso estamos obligados a estudiarlo y manejarlo invocando la solidaridad de toda la población venezolana; concitando las mejores voluntades e inteligencias.

 

Para el 11 de agosto de este año, cuando lo determine el Jefe de Estado –por cuanto es su atribución constitucional-- la comparecencia o no de Venezuela, para la fase de pruebas para representar a nuestro país en el mencionado juicio, sería densa la alforja de Títulos históricos y jurídicos (que no admiten cuestionamiento en contrario) que presentaríamos para la examinación e investigación por parte del Jurado sentenciador de la Corte Internacional de Justicia. Reitero será -en su momento- una decisión, como última palabra del Jefe de Estado (artículo 236 de nuestra Constitución Nacional).

En el caso litigioso que nos ocupa frente a la pretensión guyanesa --el cual ha escalado hasta la Sala Juzgadora de La Haya -- nos atrevemos a exponer el carácter de cogencia de nuestros Justos Títulos —iuris et de iure-- que acompañan a la enjundiosa cartografía que nos respalda. Títulos y mapas de incuestionables probanzas.

El principio de cogencia, por ejemplo, tan interesante en otras situaciones, también aplica en este caso.

En el ámbito jurídico, concretamente en el Derecho Internacional, la cogencia se refiere a las normas que se imponen de manera obligatoria y que no pueden ser alteradas por los particulares. Digamos que son normas necesarias o imperativas; por cuanto, poseen, en sí mismas, eficacia incontrovertible, irrebatibles, por los asideros que las respaldan; vale decir, no se pueden suprimir o alterar.

Su aplicación no depende de la voluntad de los particulares. Se imponen forzosamente.

 

Decimos que hay suficiente cogencia en la solicitud de nuestra restitución; porque, los argumentos jurídicos, históricos, cartográficos que atesoramos confirman nuestra propiedad sobre esa extensión territorial en contención.

Todos los mencionados registros señalan, en sus premisas, afirmativamente que la Guayana Esequiba siempre ha sido nuestra; así entonces, las conclusiones a tales elementos inductivos arrojan aportes deductivos a nuestro favor.

 

Con la mayor modestia, me permito explicar.

Nuestro portafolio cartográfico ha adquirido la condición de argumento cogente; porque sus componentes constituyentes (los mapas registrados y asentados) han resultado, en sí mismos, premisas de solidez histórica hacia nosotros.

Toda la cartografía de la región —hasta ahora estudiada y examinada-- ha develado de modo conclusivo que la Guayana Esequiba ha estado siempre, en cualquier mapa, correspondiendo a la Capitanía General de Venezuela (desde 1777) y sucesivamente a la República de Venezuela.

 

Si todos los mapas inductivamente confieren categoría afirmativa de la propiedad de Venezuela sobre la Guayana Esequiba, entonces la conclusión deductiva debe ser afirmativa.

Una manera de construir y comportar un razonamiento de lógica jurídica cogente e irrebatible.

Todo lo cual debemos defenderlo como un solo país, en perfecta unidad.

 

 

 

viernes, 4 de abril de 2025

 

Guayana Esequiba: La geografía humana que allí convive

Dr. Abraham Gómez R.

Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

Asesor de la Fundación Venezuela Esequiba

Miembro del Instituto de Estudios Fronterizos de Venezuela

Presidente del Observatorio Regional de Educación Universitaria (OBREU)

 

 

Prestemos atención a lo que, estratégicamente, han venido haciendo -para sus propios provechos, todos los gobiernos guyaneses, desde Forbes Burnham hasta el actual Irfaan Ali

 

Ellos han reforzado, y en algunos casos han rehabilitado, la infraestructura de escuelas, hospitales, hoteles, balnearios, medios de comunicación audiovisuales, vías carreteras, pistas de aterrizajes, puestos militares, entre otras iniciativas. Además, mantienen, constantemente, una intensa campaña de sensibilización a niños y jóvenes, en los programas escolares con carácter recurrente, en   procesos de ideologización e identidad hacia esa nación; con la finalidad, sin dudas, de que asimilen a Guyana como su patria, de manera forzada y artificialmente.

 

Por otra parte, cuando analizamos la Constitución de la República Cooperativa de Guyana de 1980, nos conseguimos con la auto asignación y la distribución político-territorial que ellos han establecido, precisamente en la Guayana Esequiba; en flagrante violación del Acuerdo de Ginebra del 17 de febrero de 1966. Único documento con pleno vigor jurídico en esta contención.

 Asunto que habrá que recomponer una vez recuperada la Guayana Esequiba.

 

En atención con lo señalado en el párrafo de arriba, hace ya algunos años el gobierno guyanés delimitó, a su conveniencia, la “zona en reclamación”, de la siguiente manera:  región 1, Guainía-Baruma; región 2, Poomeron-Supenam; región 7, Cuyuní-Mazaruni; región 8, Potaro-Siparuni y región 9, AltoTúkutu- Alto Esequibo.

 

En cada una de estas regiones eligen un gobernador; y allí hay asentadas importantes ciudades, pueblos y caseríos   de varios tipos y clases sociales; cuyo registro censal, más reciente, arroja una población que sobrepasa las 300.000 personas, incluyendo a las etnias Waiwai, Makushi, Arawakos, Akawayos, Saraos, Patamonas, Caribes y Wapashi.

 

La inocultable intención, que tal vez “calcula en perspectiva” el gobierno guyanés, sería la invocación de la famosa Cláusula de Prescripción Adquisitiva; para transformar actos de hecho en sentencias de derecho; o que se produzca una decisión jurídica tomando en cuenta la libre determinación de los pueblos.

 

Al recuperar la Guayana Esequiba, nos corresponderá, obligantemente, enlazarnos, imbricarnos con todos esos grupos humanos; porque efectiva y exactamente son nuestros compatriotas.

 

No obstante, todo cuanto hemos hecho, hasta ahora, para la reivindicación política-administrativa de esa zona en conflicto, el Estado venezolano debe ofrecer un trato más igualitario y decoroso a los Esequibanos que viven en Tucupita, San Félix, Ciudad Bolívar, Tumeremo, El Callao etc.

El Estado Venezolano debe sostener un proceso de cedulación de los Esequibanos que viven en las ciudades precitadas y de quienes se encuentran habitando en la extensión territorial que pedimos nos sea restituida.

 

Reconocemos que ha habido algunos esfuerzos en tal sentido; sin embargo, deben intensificarse.

 

La geografía humana que convive en esos 159.500 km2, que denominamos Guayana Esequiba, debe despertar el interés y fijar la preocupación de quienes ejecutan Políticas Públicas, por parte del Estado venezolano, con la finalidad de corresponderles, debidamente y como se merecen, en todas las áreas pertinentes a su subsistencia.

 

Siempre nos ha parecido que caen en una seria contradicción quienes se dicen defensores- en las redes y otros medios- de la Guayana Esequiba; pero casi nunca nunca exponen ni se pronuncian por la considerable población que convive en ese territorio, que nos fue arrebatado, vilmente, hace ya más de cien años, y que ha entrado en trayectos jurisdiccionales por ante la Corte Internacional de Justicia.

 

Por propia experiencia puedo mencionar que los Esequibanos que viven, entre nosotros en varias ciudades venezolanas, aún conservan algunas tradiciones religiosas, medicinales, experiencias innovadoras en cuanto al cultivo de la tierra y producción piscícola, creatividad en procesos de manufacturas, actividades gastronómicas, metodologías educativas, desempeños técnicos en general.

Acaso no podemos nosotros aprovechar esos conocimientos; al tiempo que, en tal intercambio de saberes, los compatriotas Esequibanos recibirían las necesarias asistencias que refuercen el carácter identitario de la venezolanidad; con la intención de que repliquen tales eventos hacia sus familiares, que aún viven en la Guayana Esequiba.

 

Con inmensa satisfacción y para el regocijo venezolanista, muy pronto será de uso, manejo y pronunciamiento común y cotidiano en el resto de nuestro país - con sentido integracionista- los nombres de Mabaruma, Santa Rosa, Anna Regina, Lethem, Mahdia, Wkapau, Annadale, Tumatumani, Karawata entre muchísimos otros.

Tales son las denominaciones de algunas de  las más importantes ciudades, pueblos y asentamientos humanos que conseguimos en esa séptima parte de nuestra geografía venezolana.

 

viernes, 28 de marzo de 2025

 

Guayana Esequiba: La contraparte jamás aceptó los buenos oficios.

Dr. Abraham Gómez R.

Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

Asesor de la Fundación Venezuela Esequiba

Miembro del Instituto de Estudios Fronterizos de Venezuela

Presidente del Observatorio Regional de Educación Universitaria (OBREU)

 

En la presente contención que sostenemos por la extensión territorial que nos desgajaron, en alguna ocasión creíamos que la alternativa de la Corte Internacional de justicia había sido despejada, quedaba  descartada; sin embargo,  nos conseguimos  que Guyana hizo todo lo posible por dejar a un lado las alternativas de entendimiento directo con Venezuela a través de un sano trato bilateral  pacífico entre países vecinos; apelando  a la  figura de la conciliación, la mediación y/o  del Buen Oficiante que se habilitó por varios años; porque, precisamente lo contempla el artículo (33) de la Carta de las Naciones Unidas:

“Arreglo pacífico de controversias

Las partes en una controversia cuya continuación sea susceptible de poner en peligro el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales tratarán de buscarle solución, ante todo, mediante la negociación, la investigación, la mediación, la conciliación, el arbitraje, el arreglo judicial, el recurso a organismos o acuerdos regionales u otros medios pacíficos de su elección.

El Consejo de Seguridad, si lo estimare necesario, instará a las partes a que arreglen sus controversias por dichos medios”.

Resulta que no hubo forma ni manera de que las delegaciones de las cancillerías de Venezuela y Guyana lograran hacer avances significativos en (25) años, con la presencia de dignos funcionarios designados por el Secretario General de la ONU, para mediar en este pleito.

Mientras que las delegaciones diplomáticas de nuestra nación insistían, en el mencionado lapso, que el Acuerdo de Ginebra, del 17 de febrero de 1966, constituye el único documento válido y con pleno vigor jurídico para alcanzar una solución satisfactoria para ambas partes; ellos se “anclaron” en el írrito y nulo Laudo Arbitral de París del 3 de octubre de 1899 y una supuesta aceptación de demarcación que admitió Venezuela en 1905. Cuestión absolutamente falsa. 

En todos los escenarios, los voceros de la cancillería guyanesa nos catalogan ante la comunidad internacional como una nación grande que atropella a un país pequeño.

 

Debemos ser enfáticos en pronunciar con insistencia ante el mundo que no le estamos quitando las dos terceras partes del territorio de Guyana, como ellos arguyen.

Nosotros debemos demostrar (y tenemos con qué y cómo) que fue el Imperio Británico que nos invadió y despojó, a través de la tratativa perversa denominada “Laudo Arbitral” de una séptima proporción de la geografía venezolana, que luego la cede para que se forme la República Cooperativa de Guyana, el 26 de mayo de 1966.

El venidero (11) agosto -si así lo decide el jefe de Estado, por cuanto es su atribución constitucional-   la representación de expertos nuestros en Derecho Internacional, que los tenemos, tendrán la ocasión de presentarse por ante la Sala Juzgadora y probar, con justos títulos traslaticios, que la disputada extensión territorial, siempre ha sido nuestra: histórica, jurídica y cartográficamente.

Ha aflorado demasiada inquietud en conocer si no hay otra alternativa que no sea el precitado Tribunal Internacional.

Mucha gente se hace tal pregunta.

Esa ha sido la estrategia jurídica que ha jugado Guyana. Una especie de emboscada jurídica, que estamos dispuestos a encarar.

Ellos nunca quisieron    la figura del Buen oficiante para que resolviera este caso, con su mediación.

Concretamente, desde el 2015 para acá los gobiernos guyaneses   han recibido considerables sumas de dinero de la transnacional Exxon y de otras empresas para cancelar los honorarios y demás gastos que ha ocasionado el hecho de accionar contra Venezuela jurisdiccionalmente, en el 2018; y llevar la controversia a instancias del mencionado Juzgado internacional.

Hacemos saber que La Corte Internacional de Justicia tiene su sede en el Palacio de la Paz en la Haya (Países Bajos) y está encargada de decidir las controversias jurídicas entre Estados. También sus quince magistrados emiten opiniones consultivas.

Permítanme añadir un comentario. Una sentencia de la CIJ es inapelable y su mandato absolutamente vinculante (artículo 60 de su Estatuto).

Eso no nos debe impactar ni espantar, por cuanto tenemos excelentes profesionales del Derecho, que estarán allí defendiendo nuestra causa.

Todos los elementos probatorios nos asisten satisfactoriamente, y conforman un legajo de documentos importantes para exponerlos en una mesa de discusión con los pares guyaneses. Eso sí, ante imparciales árbitros internacionales.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Guayana Esequiba: Un Asunto de Estado

Dr. Abraham Gómez R.

Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

Asesor de la Fundación Venezuela Esequiba

Miembro del Instituto de Estudios fronterizos de Venezuela

Presidente del Observatorio Regional de Educación Universitaria (OBREU)

 

Tengo la seguridad que una inmensa mayoría de compatriotas venezolanos coincide conmigo cuando expreso que lo peor que podemos hacer es abrir una innecesaria e inconveniente confrontación política-partidista interna en nuestro país, relacionada a la Guayana Esequiba, precisamente en este momento apremiante cuando nos encontramos concernidos en un serio pleito jurídico, en el Alto Tribunal de La Haya por la séptima parte de la geografía venezolana, que nos arrebataron de manera alevosa y vil.

 

Hoy, más que nunca, se hace imprescindible la absoluta y sólida unidad de todos los sectores, sin excepciones. Hay una inmensa acechanza desde el exterior que nos obliga a encarar unidos, en una sola determinación patriótica; indistintamente a las diferencias que tengamos, que las tenemos.

Insisto en señalar que debemos reforzar la estructuración de defensa jurídica, sin recelos ni mezquindades, un bloque opinático compacto, para contrarrestar las pretensiones de la Parte que nos rivaliza, por las acciones unilaterales en contra nuestra que ellos interpusieron por ante la Corte.

 

Sería desastroso si nos peleamos internamente; si cada quien cree que le puede sacar provecho para su parcela política-partidista o nos ausentamos del Ente Juzgador; porque, de todas maneras, el juicio sigue su curso.

 No hay vuelta atrás. La Corte podría llegar a sentenciar en nuestra ausencia (Artículo 53 del Estatuto de la Corte).  ¡Mucho cuidado con eso…!

 

La contención por la Guayana Esequiba rebasa los egos individualistas mal curados, los particularismos confesionales, raciales o de cualquier otra índole.

 Este caso nos necesita unidos como país, con criterios unánimes.

 

Destacamos la labor   de las ONG que han sido creadas para adelantar hermosas actividades al respecto; así, además, hacemos el reconocimiento debido al Instituto de Estudios Fronterizos de Venezuela; lo propio cabe para el Consejo Venezolano de Relaciones Internacionales(COVRI), para las      Fundaciones en su insistente afán  de concienciación; igualmente la determinante posición de La Academia de Ciencias Políticas y Sociales , igualmente la tarea que ha cumplido la Alta  Comisión Presidencial en Defensa del Esequibo y  la Comisión que para tales efectos se conformó en la Asamblea Nacional.. Todos en una sola motivación y propósito - de esfuerzos elogiadamente ponderados- constituye un ejemplo de lucha sostenida sin actitudes atrabiliarias o estrepitosas; porque, aquí se requiere talento y densidad en la formación documental y doctrinaria, para insistir en la reclamación y defender en la Corte Internacional Justicia o donde   haya lugar lo que honradamente siempre ha sido nuestro; que vilmente nos arrebataron, en una tratativa perversa mediante añagazas jurídicas.

Este caso litigioso estamos obligados a estudiarlo y manejarlo invocando la solidaridad de toda la población venezolana; concitando las mejores voluntades e inteligencias.

 

Para el 11 de agosto de este año, cuando el Jefe de Estado –por cuanto es su atribución constitucional-- determine la comparecencia o no de Venezuela, para la fase de pruebas para representar a nuestro país en el mencionado juicio, será densa la alforja de Títulos históricos y jurídicos (que no admiten cuestionamiento en contrario) que presentaremos para la examinación e investigación por parte del Jurado sentenciador de la Corte Internacional de Justicia.

En el caso litigioso que nos ocupa frente a la pretensión guyanesa --el cual ha escalado hasta la Sala Juzgadora de La Haya -- nos atrevemos a exponer el carácter de cogencia de nuestros Justos Títulos —iuris et de iure-- que acompañan a la enjundiosa cartografía que nos respalda. Títulos y mapas de incuestionables probanzas.

El principio de cogencia, por ejemplo, tan interesante en otras situaciones, también aplica en este caso.

En el ámbito jurídico, concretamente en el Derecho Internacional, la cogencia se refiere a las normas que se imponen de manera obligatoria y que no pueden ser alteradas por los particulares. Digamos que son normas necesarias o imperativas; por cuanto, poseen, en sí mismas, eficacia incontrovertible, irrebatibles, por los asideros que las respaldan, vale decir, no se pueden suprimir o alterar.

Su aplicación no depende de la voluntad de los particulares. Se imponen forzosamente.

 

Decimos que hay suficiente cogencia en la solicitud nuestra restitución; porque, los argumentos jurídicos, históricos, cartográficos que atesoramos confirman nuestra propiedad sobre esa extensión territorial en contención.

Todos los mencionados registros señalan, en sus premisas, afirmativamente que la Guayana Esequiba siempre ha sido nuestra; así entonces, las conclusiones a tales elementos inductivos arrojan aportes deductivos a nuestro favor.

 

Con la mayor modestia, me permito explicar.

Nuestro portafolio cartográfico ha adquirido la condición de argumento cogente; porque sus componentes constituyentes (los mapas registrados y asentados) han resultado, en sí mismos, premisas de solidez histórica hacia nosotros.

Toda la cartografía de la región —hasta ahora estudiada y examinada-- ha develado de modo conclusivo que la Guayana Esequiba ha estado siempre, en cualquier mapa, correspondiendo a la Capitanía General de Venezuela (1777) y sucesivamente a la República de Venezuela.

 

Si todos los mapas inductivamente confieren categoría afirmativa de la propiedad de Venezuela sobre la Guayana Esequiba, entonces la conclusión deductiva debe ser afirmativa.

Una manera de construir y comportar un razonamiento de lógica jurídica cogente e irrebatible.

 

 

 

domingo, 23 de marzo de 2025

 

Nietzsche fue lo que pensó

Dr. Abraham Gómez R.

Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

Presidente del Observatorio Regional de Educación Universitaria (OBREU)

 

Quizás el mayor y exquisito riesgo que hemos corrido con las diversas lecturas de filosofía en los últimos años, de antemano ya lo conocíamos. Quedar atrapados en sus encantos. La fuerza seductora de la filosofía se hace tan subyugante que no permite miradas traicioneras o que la atiendas a medias. Ella disfruta verte en tu desesperación de querer encontrar siempre una explicación lógica a las cosas.

 La filosofía teje sus propias lúdicas para buscar la sabiduría desde ella misma. Determinista e impositiva. Sí ciertamente así es. Las tomas a través de un compromiso totalizante o las apartas de tu vista.

Las vertientes de la filosofía son tan intensas y tan extensas; pero, sin embargo, ella hace los trámites necesarios para que aligeres tu “desquiciante recorrido”.

Grato en extremo. Nos complace escuchar que bastantes personas estén leyendo asuntos de filosofía; cuestión impensable hasta hace poco, tal vez por las mismas circunstancias difíciles que atravesamos.

 Constituye un hecho celebratorio que alguna gente se mande a hacer   análisis interpretativos del filósofo más incomprendido de la época moderna. Del mismísimo Nietzsche.

Fama obtenida por su fina irreverencia.

Nietzsche proporciona, en sus textos, las claves para acercarnos a su pensamiento. Y en la medida en que lo vamos leyendo y re-leyendo le encontramos nuevas imágenes, distintas nociones, irrupción de otras ideas (que no habíamos percibido) como apropiada referencia para una resistencia intelectual.

 

Estemos claros. A Nietzsche no se le puede abordar por las ramas. Ni querer ganar prebendas con sus aforismos, porque te descubre el ardid tramposo:

  “lleno de bufones solemnes está el mercado! ¡y el pueblo se gloria de sus grandes hombres!, ¡Estos son para él los señores del momento…no tengas celos de esos incondicionales y apremiantes, amantes de la verdad! Jamás se ha colgado la verdad del brazo de un incondicional” (Así habló Zaratustra: de las moscas del mercado).

 

 A lo que menos aspiraba Nietzsche era a tener legión de seguidores, y lo explicitó en Ecce Homo, de esta manera: “no quiero creyentes” … “pienso que soy demasiado maligno para creer en mí mismo, no hablo a las masas…”

 Acaso se conformaba con que apenas hiciéramos el esfuerzo de interpretar su obra llena de contradicciones, incertidumbres e “invadida de máscaras”.

 La Máscara viene a constituir una destacada categoría en su “tragedia existencial”; consciente como siempre estuvo que el hombre en su mundo-realidad, en el combate de todos los días tiene que apelar a las “identidades múltiples”.

 Cuando Nietzsche escribe esto, pareciera señalar que los seres humanos se ven limitados en todas sus actuaciones a ocultarse en unas máscaras, dice: “pues el disimulo es también una máscara, por muy ligera que esta sea. Y que de tanto maquillar nuestro verdadero rostro, hasta en las situaciones más benévolas posibles ya éste desapareció”.

Todo hace de Nietzsche un pensador estimulante, al tiempo que “peligroso” e indomesticable.

Bastantes intentos hubo en su época para someterlo; en su momento quisieron normalizarlo, convertirlo en pensador políticamente correcto.

Por eso creemos que se han llevado   sino un chasco por lo menos un sustico quienes están deslumbrados ahora con sus escritos; e ilusionados con pretender etiquetar o meter a Nietzsche “dentro del corral” para sacarle provecho.

 Ni él mismo se soportaba.

Leamos: “Recientemente, cuando intenté reconocer escritos míos antiguos que había olvidado, me espantó una característica común a todos: hablaban el lenguaje del fanatismo. ¡El fanatismo corrompe el carácter, el gusto y no en último lugar la salud, quien quiera establecer las tres cosas debe resignarse a un largo período de curación…!

Viene esta última expresión nietzscheana a dejar por sentado que una cosa es la voluntad de poder y otra un presunto proceso ideológico, de persecución y exclusión, sin ningún sentido histórico.

 

El filósofo de la irreverencia afirmaba, aunque a escondidas, los testimonios de sí mismo, las condiciones de su alma en cada una de las palabras escogidas para tejer sus aforismos.

 

Acaso sea verdad, pocos pensadores hasta ese momento habían sido tan autobiográficos.  Sus ideas plasmadas con espléndido dominio discursivo más que describir un mundo exterior dan cuenta del estado anímico que portaba, y que le corroía por dentro, como fuego inextinguible.

Nietzsche se construyó a partir de las infinitas posibilidades de ser que consiguió.

Lo hizo de punta a punta en su tramo existencial; desde su primera obra que denominó “De mi vida”, escrita con apenas catorce años de edad en tan sólo quince días, hasta “Ecce homo” terminada un poco antes de caer en la locura.

¿Cómo leer los textos de quien algunos llamaban cariñosamente el Zaratustra?

Según las respuestas posibles a esta pregunta se abren opciones para aproximarnos o alejarnos al juego de sus imágenes.