Guayana
Esequiba: embadurnados con los intereses de las transnacionales
Dr. Abraham
Gómez R.
Miembro de la Academia Venezolana de
la Lengua
Asesor de la Comisión de Defensa del Esequibo
y la Soberanía Territorial
Miembro del Instituto de Estudios Fronterizos
de Venezuela (IDEFV)
Asesor de la Fundación Venezuela Esequiba
De todos es
bastante conocido que cada término tiene una curiosa historia; y algunas veces,
dando rienda suelta a la imaginación, un inmenso caudal de relatos adquiere
cierta síntesis en un solo étimo.
Con un único
vocablo, usted construye un espectro de posibilidades de decir y enunciar; pero
llevado con sumo cuidado.
Así también,
se conoce que una palabra empleada con falsedades; pronunciada con
extravagancia o maquillada para que diga lo que no le corresponde, constituye
un camino oculto o riesgoso.
La aseveración
anteriormente descrita cobra mayor énfasis en el Derecho Internacional Público;
donde hay que medir milimétricamente lo que se dice, negocia, suscribe, ratifica
y lo que se hace; so pena de quedar atragantados en las fauces de empresas inescrupulosas
o de anudar el destino de la nación a países insaciables, que hasta ayer
juraban ser amigos.
Aunque hemos
aprendido en la Academia que los códigos lingüísticos se encuentren en
permanente dinamismo; operando --según las épocas- con variaciones y cambios; no
obstante, siempre resulta válida esta serísima advertencia: si no se precisa la expresión, lo que en
verdad se quiere decir, entonces se corre a
contrapelo de la realidad.
Recordemos
que el lenguaje es un fenómeno social (y jurídico, también), que debe calzar
con lo que tal hecho social envuelve.
No es
necesario profundizar en discusiones intelectuales, en tecnicismos o elucidaciones
académicas de alto nivel para percatarnos que las decisiones que se vienen
dando en los últimos años en Guyana a lo que menos apuntan, precisamente, es a alcanzar
una solución pacífica, práctica y satisfactoria, en la controversia limítrofe
con nuestro país.
Y saben por
qué, porque ellos se encuentran demasiados ligados a las estructuras poderosas
de las transnacionales. Se dejaron atrapar en un juego maniqueista donde les imponen
designios, ajenos inclusive a su propia identidad y cultura. Poco les importa
la decencia o pulcritud del lenguaje diplomático. Pretenden resignificar las
cosas, según sus conveniencias. Intentar una lúdica muy particular (a su gusto)
con las palabras, para pescar incautos.
Los asesores de
esos inmensos consorcios están perfectamente enterados de todo cuanto se
adelanta por ante la Corte Internacional de Justicia.
Ellos saben
lo que están arriesgando, al producirse una resolución que emane de esa Sala
Juzgadora en estricto derecho, atendiendo a sanos principios, doctrinas y jurisprudencias
asentadas en sentencias similares.
Los regímenes
políticos en Guyana, desde Forbes Burnham (CNP) hasta el actual de Irfaan Ali (PPP)
se han encargado de hipotecar el destino y futuro de esa nación, tanto a empresas
transnacionales como a países con los cuales ha trazado ligazón ideológica; cuya
denominación dada por ellos “estrategias
de vínculos internacionales", ya han arrojado consecuencias suficientemente
conocidas.
Al día de
hoy, se encuentran atragantados y comprometidos con una especie de “fundamentalismo
económico “que aspira dominar al mundo y comprar jueces y sentencias.
Entonces, nos
preguntamos, de qué “independencia económica” hablan los capitostes guyaneses,
en los distintos escenarios internacionales.
Interroguémoslos:
a cuál progreso autogestionario aluden, ni qué
babosadas; cuando sabemos que están entregados hasta la coronilla a las
transnacionales.
Aprovechamos
la oportunidad para citar al psiquiatra y psicoanalista francés Jacques Lacan, cuando
advertía, a cada momento, a los estudiantes del Mayo Francés de 1968, en los
siguientes términos: “Ah, ustedes ¿son
revolucionarios? Muy bien. Pues sepan que la revolución siempre está en busca
de un amo. No se preocupen, lo van a encontrar”.
Para el
presente caso, referiremos – con precisión—a los “dueños económicos” de aquella
nación.
Ante tan
lapidario aserto, uno llega a concluir que les va a costar después emanciparse
de esos amos
Por nuestra parte
diré, a modo de justa reflexión, que luce
extemporáneo que nos dediquemos a analizar o seguir discutiendo en los medios
de comunicación y en las distintas plataformas --donde se vislumbre el caso de
la Guayana Esequiba-- la banalidad de que si el Secretario General de la
Organización de las Naciones Unidas tenía o no facultades o competencias para
remitir esta contención a la Corte Internacional de Justicia.
Lo hizo, y ha
corrido bastante agua “debajo de ese puente”.
Tanto que nos
encontramos en espera de una decisión sentencial (que no va al fondo del
asunto); sino que debe basarse en la Excepción Preliminar que introdujimos, el
07 de junio del año pasado.
Visto así,
Entonces, la Corte resolverá la admisibilidad o desestimación de la demanda que
nos hizo Guyana.
No perdamos
más tiempo en discernir la impropiedad o desacierto del Secretario General. Ya
el asunto se encuentra en el Ente Sentenciador de las Naciones Unidas.
Algún día
quedarán develados los motivos que tuvo para proceder con tan amañada manera.
Qué nos
corresponde hacer este año 2023, que se inicia. Veamos nuestras tareas, por lo pronto:
continuar con la indetenible labor de concienciación- por todo el país-- entre
los compatriotas venezolanos, con suprema insistencia que este es un asunto de
Estado; donde todos nos requerimos – sin mezquindades y sin diferenciaciones
odiosas-.
No cometer el gravoso error de partidizar este
asunto. Mantener el bloque compacto de reclamo y difusión de todo cuanto
vayamos adelantando al respecto. Reafirmar, en nuestros discursos, además, que
los bastantes reclamos intentados por vías diplomáticas, políticas y jurídicas
no se sustentan en caprichos, reacciones intemperantes, desproporcionadas o
injustas. No es una malcriadez o terquedad de nuestra parte.
Debemos sostener
la convicción en todas las instancias, especialmente de la Corte Internacional
de Justicia, que poseemos los Justos Títulos que conforman, a su vez, las
razones y argumentos jurídicos,
cartográficos y sociohistóricos que nos asisten; llegado el caso de que
tengamos que ir a juicio, y hacernos parte del mismo.
Justos títulos
o documentos traslaticios que recibió el compatriota Fermín Toro, en nombre de
la naciente República de Venezuela, el 30 de marzo de 1845, de manos de la de
la delegación que envió la reina Isabel II, en un acto hermoso, celebrado en el
Puerto de La Guaira.
El citado
legajo jurídico asienta en su contenido, para la posteridad, lo siguiente:
" Su Majestad Católica, Isabel II, usando la
facultad que le compete por decreto de las Cortes Generales del Reino de 4 de
diciembre de 1836, renuncia por sí, sus herederos y sucesores, la soberanía,
derechos y acciones que les corresponden sobre el territorio americano conocido
bajo el antiguo nombre de Capitanía General de Venezuela, hoy República de
Venezuela.
A consecuencia de esta renuncia y cesión, S.M.C. reconoce como nación
libre, soberana e independiente a la República de Venezuela compuesta de las
provincias y territorios expresados en su Constitución de 1811 y demás leyes
posteriores...”
Basta el
citado legado histórico para invocar, por honor y en reclamo de justicia, el
irrenunciable Principio de Sucesión en la Posesión (que no ocupación) de la
Guayana Esequiba.
Venezuela ha
estado permanentemente munida de Títulos Jurídicos que la respaldan en
cualquier ámbito internacional.
El Imperio
Español, a pesar del Decreto de Guerra a Muerte, no puso reparos ni hubo
resentimientos para ratificar el contenido de la Cédula Real de Carlos III, del
08 de septiembre de 1777, cuando crea la Capitanía General de Venezuela,
incluyendo nuestro costado este, hasta el río Esequibo.
Dicho, con
mayor claridad y precisión: recibimos la titularidad del dueño anterior, de lo
que ahora denominamos la Zona en Reclamación; pero que tampoco fue una
concesión obsequiosa ni arreglos o tratativas; sino hechos resultantes de duras
batallas hasta alcanzar nuestra independencia.
Tal Principio
de Sucesión nos confiere ipso-facto el Dominio Principal y el pleno Derecho de
Soberanía sobre esta séptima parte de nuestra geografía nacional.
Guyana en la Acción
interpuesta en la Corte Internacional de Justicia (CIJ), en contra de
Venezuela, aspira que tales hechos jurídicos e históricos sean execrados.
Guyana pide
en su demanda (descaradamente) que la CIJ desestime cualquier documento
probatorio de nuestra parte.
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