Dicho todo en apenas siete
palabras
Dr. Abraham
Gómez R.
Miembro de la
Academia Venezolana de la Lengua
Delta del
Orinoco, 07 de febrero de 2023
Augusto Monterroso dejó un gran legado en la literatura mundial y muchos
lo consideran como el "genio de lo breve". Doblemente bueno, diríamos
en frase común.
Al estarse cumpliendo
20 años de su fallecimiento, queremos recordarlo con una síntesis reflexiva de
su obra icónica.
También se dio a conocer
en la literatura mexicana contemporánea como gran fabulista. Maestro de la
frase, la historia y el género literario breves, incursionó en la tradición de
la fábula para renovarla y adaptarla a la sátira y la parodia modernas.
Bastantes escritores
han hecho saber en sus textos que las realidades se vuelven siempre inasibles,
inatrapables.
No obstante, los
suficientes esfuerzos para explicar las realidades, éstas se vuelven
escurridizas, elusivas.
Digamos, además, que las cosas del mundo real
o imaginario no se dejan congelar en étimos, vocablos o conceptos; porque, los
significantes apenas intentan dar cuenta de pedazos existenciales. No dicen
todo cuanto la idea encierra.
Hay que dejar bastante para la inacabable
imaginación.
Esta elogiable
terquedad de lo tangible, de lo cotidiano, marca distancia, y se hace ajena a
los purismos intelectualizantes que aspiran contener en palabras ideas y emociones;
no siempre con elogiables resultados.
El filósofo Bergson
sugería (y clamaba) para que al escribir no congelemos la vida; que apenas, nos
zambullamos en las existencias y salgamos a flote a bocetear lo imprescindible
con algunas figuras literarias, que no lleguen a desnaturalizar la esencia
vital.
La realidad prefiere
que quienes se aproximen, con intención de aprehenderla en escritos, apelen a
las insinuaciones descriptivas, a las metáforas, a las borrosidades para decir
o callar.
Si de escribir la
realidad se trata también es admisible el uso de las metonimias; ese fenómeno
de cambio semántico por el cual se designa una cosa o idea con el nombre de
otra; sirviéndose de alguna relación semántica existente entre ambas.
Prestemos atención, por un instante, a lo
siguiente: hasta ahora, el cuento más corto de la literatura contiene apenas
siete palabras: “Cuando despertó, el
dinosaurio todavía estaba allí.” Ese es el cuento. Allí está dicho todo. Ni
más ni menos.
En estas siete
palabras está contenido todo el discurso que su autor el guatemalteco Augusto
Monterroso quiso expresar.
Es un ardid valioso,
para concitar la lúdica en este género lingüístico.
Sí, todo el texto en apenas siete vocablos. ¡Increíble...!
Nace toda una
constelación reflexiva para pensar y elucidar a partir de estas siete palabras.
Ese cuento siempre ha
constituido una provocadora insinuación, tal vez invitación, para ahondar
nuestros pensamientos, con sentido crítico y con carácter diacrónico.
Pero a pesar de su
brevedad no por ello resulta ser un cuento simple y sencillo; más bien, su
cortedad exige un análisis concienzudo para determinar con certeza qué fue lo
que nos quiso decir este cuentista.
Requerimos afinar el
análisis, agudizar nuestra perspectiva para develar las categorías filosóficas
que sirven de estribaciones a Monterroso para la construcción de este fino
texto; más aún, intentar pesquisar, en la medida de nuestras posibilidades,
cuál es su eje argumentativo central.
Monterroso es uno de
los máximos escritores hispanoamericanos y uno de los grandes maestros del
relato corto de la época contemporánea.
Gabriel García
Márquez, refiriéndose a la obra de Monterroso escribió: "Este libro hay que leerlo manos arriba: su peligrosidad se funda
en la sabiduría solapada y la belleza mortífera de la falta de seriedad".
La expresa
manifestación, plena de sentimientos y sobradas emociones, para encadenar rítmicamente
las palabras no es un hecho único que distingue a la poesía de la prosa.
Hasta mediados del siglo XIX constituía la
mejor forma de diferenciar ambos usos del lenguaje.
En verdad, ha habido
siempre prosas hermosas que contienen a lo interno de su constitución sígnica
un inmenso mar de poesía, o suficiente poesía que se puede vocear como prosa.
El cuento que aludimos
de Monterroso se ha vuelto a nuestro parecer tan versátil que vale tanto como
una hermosa poesía desplegada en prosa.
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