sábado, 4 de febrero de 2023

 RESPETA A MI MAESTRO


Dr. Abraham Gómez R.

No le pidas a mi maestro que hipoteque su conciencia; que se arrodille ante ti, porque lo flagela el hambre.
Mi maestro no merece la tamaña humillación que tú le perpetras.
Quizás él pudo enseñarte mucho más que la genuflexión que exiges y el autoritarismo que exhibes como mascarón de proa; condiciones con las cuales ahora haces alardes y ostentaciones.

Te pregunto: ¿por qué el maltrato injusto e inmerecido que le das a mi maestro?

Aunque jamás hayas tenido la mínima preocupación por estudiar y formarte, tu ruindad de espíritu y las nulas ganas de superarte no se las puedes atribuir o endosar a mi maestro; por cuanto, siempre hemos visto al educador – a pesar de los oscuros nubarrones - como ductor de generaciones; por encima de constreñimientos en su vida personal y vicisitudes asfixiantes, que se le tornan a veces difíciles de resolver; todavía así, encara el mal tiempo y extiende su amorosidad en el proceso inacabable de transmitir sus conocimientos y saber que sus lecciones son asimiladas por quienes deseamos que continúe siempre aportando sus luces para todos.

Respeta a mi maestro, que podría tal vez, en cualquier evento y momento de la vida, ser el tuyo también; porque nunca se deja de aprender; y fíjate que aflora una inmensa diferenciación; un abismo que separa al estudiante del estudioso. No es lo mismo; y todas tus demostraciones públicas han reflejado - tristemente - que si alguna vez te matriculaste y te llevaron a alguna escuela tu comportamiento y disciplina debió ser mala y mediocre, y estudioso nunca lo has sido.

No necesito mencionarte; porque, así como emergiste del anonimato - y mediante un golpe de suerte te encaramaste adonde la circunstancia te colocó - del mismo modo te volverás un estropajo de la historia; y todo tú serás de ingrata recordación.

Respeta a mi maestro, quien no ha hecho otra cosa que subsistir para que sus discípulos mantengan la trayectoria indeclinable de propósitos y sueños. Esa hermosa dimensión, cercana a un apostolado, también educa. Tú no lo captas por tu cortedad de miras.
La dignidad que exige mi maestro no constituye un premio de consolación, una petición dadivosa o un obsequio prebendario; solicita recibir en justicia le sea retribuido con creces todos sus inmensos esfuerzos antes, durante y después del aula de clases.
No nos sorprende que no valores o te parezca poco; dada tu marcada e inocultable indigencia cognitiva.

Únicamente te pido que respetes a mi maestro, con quien te cruzarás –pasados los años-en cualquier lugar, y mi maestro aún tendrá la disposición en su palabra y el gesto bondadoso para decirte: ¡yo te quise educar…!

Delta del Orinoco, 19 de enero de 2023.

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