¿Por qué acabar con la
Educación?
Dr. Abraham Gómez R.
Docente universitario
Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua
El más hermoso
instrumento y expedito camino para formalizar y sistematizar todo cuanto
pensamos y deseamos ponerlo en práctica es a través de la educación.
La educación se prioriza en la existencia
humana, ante todo.
La Edad de piedra no se terminó porque se acabaran
las piedras, sino porque el ser humano procuró superarse; escalar y complejizar
sus conocimientos y saberes, para ser mejor cada día.
Con tan exquisita dimensión de enseñanza-aprendizaje
uno abre horizontes y construye sus propios sueños.
Con la Educación los países
hacen maravillas.
Hemos ocupado bastantes horas teorizando cómo
acceder y consolidar un proceso educativo exactamente para los tiempos que nos
toca vivir y que trace una línea auspiciosa a futuro.
limitadas e
implacables han sido las ocasiones en que la Educación, y todo cuanto comporta,
ha sido vilipendiada y sometida a condiciones ominosas para intentar ponerla de
rodillas.
A los regímenes
totalitarios – desde siempre-- les incomodan los ámbitos donde se respire
absoluta pluralidad, donde haya un disenso fértil.
A los detentadores de
los gobiernos de talante militarista les causa escozor cuando la gente en los
espacios educativos piensa con cabeza propia; de allí que vean en cada educador
un acérrimo enemigo, a alguien a quien hay que combatir; y si no pueden hacerlo
doblegar por sus ideas, lo golpean por sus medios de subsistencia.
Estamos
padeciendo un tiempo de extremos
vergonzosos; atribuibles, precisamente, a quienes se creen dueños del Estado;
que han hecho dado muestras de perpetradores de crimen a la civilidad, en
Venezuela.
Por muy extensas e
intensas que sean las dificultades y las abominaciones confrontadas, debemos
redoblar nuestra mística para que prevalezca, entre nosotros, la concepción
humanista y libertaria; característica esencial de los demócratas.
Debemos cerrar filas
al lado del verdadero educador, de la educación y su perspectiva esperanzadora.
Dicho otra vez, para quienes somos humanistas
y demócratas los seres humanos deben ocupar el centro de las significaciones y realizaciones
educativas; sin artificiosas imposiciones, mediante un fetichismo de ley, que
pretende embadurnar las escuelas de analfabetas funcionales y colocarlos en las
aulas de clases, en su doble condición de caricatura de “maestro” y marioneta
ideologizada.
El ser humano y la
educación primero antes que el Estado.
Nos costará una
enormidad la recomposición moral del país; porque el aniquilamiento a la que se
somete a una población: maestros, médicos, funcionariado en general no se
restringe, únicamente, a acabar a la gente en su condición física, por hambre;
también hay el despropósito de arrodillada moralmente, hasta la humillación; para
hacer a los habitantes – por cierto, de todas tendencias-- sumisos, sometidos
y dependientes.
Que nadie tenga dudas
o confusiones: la intención, marcada con saña por quienes detentan la
conducción del Estado, consiste en quebrar cualquier resistencia de los
oponentes, al precio que sea y sin medir consecuencias.
Poco valoran si
convierten a inermes y dignos ciudadanos (educadores incluidos) en estropajos.
Si acaban con enfermos crónicos o incrementan la desnutrición infantil, si
dejan en la calle a humildes padres y madres de familia; para alcanzar sus objetivos
ignominiosos, de permanecer en el poder a cualquier precio, se trazan la meta permanente
de derrumbar a la educación y las
fortalezas morales, que constituyen el refugio de la gente pensante.
Si nos atuviéramos
nada más que a la retórica vacía que a cada rato escuchamos de los
propagandistas de este régimen sociopolítico que ellos llaman revolución, no
habría motivos para temer; por cuanto, así como son incongruentes con la
supuesta ideología que propalan, del mismo modo transpiran insustancialidad en
las consignas que vocean.
Un día se les antoja
elevar proclamas altisonantes para acabar con todo lo que signifique pasado
—Cuarta República, según sus pretensiones--- sin tener la menor noción del
verdadero modo cómo se ha construido la Historia Republicana de nuestro país.
No hay en los
incitadores de este vergonzoso “socialismo del siglo XXI” suficientes asideros
teóricos que le den plataforma a lo que dicen. No poseen, incluyendo a militarotes,
apreciable piso argumentativo que fortalezca el discurso con el cual aspiran
convencer.
Se les abren las costuras
por donde quiera y dejan al descubierto las engañifas de su cansona retórica.
Hoy balbucean
babosadas, mañana regurgitan en sentido contrario.
Hoy nos traen una ley
para posicionar a sus seguidores en las aulas de clases, con el avieso
atrevimiento de sustituir a quienes se han profesionalizado – con esfuerzos,
dedicación y estudios—en la dimensión más sensible de cualquier sociedad: la
educación.
La historia tarde o temprano cobrará, con
creces, tamaña vergüenza y afrenta internacional.
Delta del Orinoco, 09
de febrero de 2023
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