jueves, 9 de febrero de 2023

 

                ¿Por qué acabar con la Educación?

Dr. Abraham Gómez R.

Docente universitario

Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

 

El más hermoso instrumento y expedito camino para formalizar y sistematizar todo cuanto pensamos y deseamos ponerlo en práctica es a través de la educación.

 La educación se prioriza en la existencia humana, ante todo.

 La Edad de piedra no se terminó porque se acabaran las piedras, sino porque el ser humano procuró superarse; escalar y complejizar sus conocimientos y saberes, para ser mejor cada día.

Con tan   exquisita dimensión de enseñanza-aprendizaje uno abre horizontes y construye sus propios sueños.

Con la Educación los países hacen maravillas.

 Hemos ocupado bastantes horas teorizando cómo acceder y consolidar un proceso educativo exactamente para los tiempos que nos toca vivir y que trace una línea auspiciosa a futuro.

limitadas e implacables han sido las ocasiones en que la Educación, y todo cuanto comporta, ha sido vilipendiada y sometida a condiciones ominosas para intentar ponerla de rodillas.

A los regímenes totalitarios – desde siempre-- les incomodan los ámbitos donde se respire absoluta pluralidad, donde haya un disenso fértil.

A los detentadores de los gobiernos de talante militarista les causa escozor cuando la gente en los espacios educativos piensa con cabeza propia; de allí que vean en cada educador un acérrimo enemigo, a alguien a quien hay que combatir; y si no pueden hacerlo doblegar por sus ideas, lo golpean por sus medios de subsistencia.

Estamos padeciendo   un tiempo de extremos vergonzosos; atribuibles, precisamente, a quienes se creen dueños del Estado; que han hecho dado muestras de perpetradores de crimen a la civilidad, en Venezuela.

Por muy extensas e intensas que sean las dificultades y las abominaciones confrontadas, debemos redoblar nuestra mística para que prevalezca, entre nosotros, la concepción humanista y libertaria; característica esencial de los demócratas.

Debemos cerrar filas al lado del verdadero educador, de la educación y su perspectiva esperanzadora.

 Dicho otra vez, para quienes somos humanistas y demócratas los seres humanos deben ocupar el centro de las significaciones y realizaciones educativas; sin artificiosas imposiciones, mediante un fetichismo de ley, que pretende embadurnar las escuelas de analfabetas funcionales y colocarlos en las aulas de clases, en su doble condición de caricatura de “maestro” y marioneta ideologizada.

El ser humano y la educación primero antes que el Estado.

Nos costará una enormidad la recomposición moral del país; porque el aniquilamiento a la que se somete a una población: maestros, médicos, funcionariado en general no se restringe, únicamente, a acabar a la gente en su condición física, por hambre; también hay el despropósito de arrodillada moralmente, hasta la humillación; para hacer a los habitantes – por cierto, de todas tendencias-- sumisos, sometidos y   dependientes.

Que nadie tenga dudas o confusiones: la intención, marcada con saña por quienes detentan la conducción del Estado, consiste en quebrar cualquier resistencia de los oponentes, al precio que sea y sin medir consecuencias.

Poco valoran si convierten a inermes y dignos ciudadanos (educadores incluidos) en estropajos. Si acaban con enfermos crónicos o incrementan la desnutrición infantil, si dejan en la calle a humildes padres y madres de familia; para alcanzar sus objetivos ignominiosos, de permanecer en el poder a cualquier precio, se trazan la meta permanente de derrumbar a la educación y  las fortalezas morales, que constituyen el refugio de la gente pensante.

Si nos atuviéramos nada más que a la retórica vacía que a cada rato escuchamos de los propagandistas de este régimen sociopolítico que ellos llaman revolución, no habría motivos para temer; por cuanto, así como son incongruentes con la supuesta ideología que propalan, del mismo modo transpiran insustancialidad en las consignas que vocean.

Un día se les antoja elevar proclamas altisonantes para acabar con todo lo que signifique pasado —Cuarta República, según sus pretensiones--- sin tener la menor noción del verdadero modo cómo se ha construido la Historia Republicana de nuestro país.

No hay en los incitadores de este vergonzoso “socialismo del siglo XXI” suficientes asideros teóricos que le den plataforma a lo que dicen. No poseen, incluyendo a militarotes, apreciable piso argumentativo que fortalezca el discurso con el cual aspiran convencer.

Se les abren las costuras por donde quiera y dejan al descubierto las engañifas de su cansona retórica.

Hoy balbucean babosadas, mañana regurgitan en sentido contrario.

Hoy nos traen una ley para posicionar a sus seguidores en las aulas de clases, con el avieso atrevimiento de sustituir a quienes se han profesionalizado – con esfuerzos, dedicación y estudios—en la dimensión más sensible de cualquier sociedad: la educación.

 La historia tarde o temprano cobrará, con creces, tamaña vergüenza y afrenta internacional.

Delta del Orinoco, 09 de febrero de 2023

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