jueves, 9 de agosto de 2018




Disfraz de los débiles.
  Dr. Abraham Gómez R.
  Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua

Ha quedado demostrado en recientes estudios que un complejo de superioridad pesquisado en alguien no es más que la armadura que cubre lo que esa persona desea tapar, que se odia a sí mismo. Que se rechaza y por lo tanto inventa cosas para tratar de ser “alguien diferente”. Le aterra perder el control absoluto de todo y sobre todos. Lucha por figurar como centro; y aunque en su cara y palabras refiera algún asomo de seriedad es únicamente una fachada, porque en el fondo mantiene una reacción anticipada a sufrir de discriminaciones.

Sin la menor duda, alguien que sufra de permanente desequilibrios en su autoestima, definitivamente requiere con carácter de urgencia de asistencia facultativa.  Vive en una paranoia irrefrenable. Vive en  una trayectoria interminable de ilusiones, que las hace creer con elogiables epopeyas..

Los especialistas en psicología nos explican que la megalomanía es una grave enfermedad mental. Quien la padece cada día amanece convencido que el universo gira en torno a él y sus designios; y en la presente hora aciaga en Venezuela más de uno se ha contagiado, como una un herencia del “difunto galáctico”. Necesita sin demoras constantemente dosis de superioridad, brillo e idealización de sus “gestas e ilusas épicas”. Por ejemplo: están haciendo denuncias, con confusas y poco creíbles pruebas, sobre un atentado que, según los expertos al parecer tal intento de “magnicidio”, técnicamente no cuadra, no tiene lógica.

Dicho con más contundencia: un individuo que aparenta tener fuerzas, órdenes de mando (que nadie obedece, y que por el contrario se burlan a sus espaldas), sobre todo si lo hace desde las prerrogativas del poder, que viva en plan de permanente ataque a sus conciudadanos, que lastima a los demás por gusto y para insuflar su pobrísimo ego, nos devela su estropeada psiquis.

La persona de quien describimos tales características es un enfermo. Se siente rechazado, pero que impone a sus adláteres sumisión, genuflexión y miedo. No es mera coincidencia que ese sujeto en su creencia (y desvarío) de asumir la condición de dirigente del mundo tiene perturbada su personalidad.

Para decirlo con las teorías del psicólogo clínico austríaco Alfred Adler: “si indagamos en un complejo de superioridad y estudiamos su continuidad, siempre podremos encontrar un complejo de inferioridad más o menos encubierto. Sin embargo, cuando uno no es capaz de compensar los sentimientos de inferioridad se genera el complejo de inferioridad (incapacidad para afrontar los problemas de la vida); por otro lado, cuando la retribución es excesiva, se forma el complejo de superioridad (opinión exageradamente de nuestras habilidades y logros).

Todo este relato viene a propósito de los vergonzosos señalamientos del hatajo (con h) de ineptos e indigentes mentales que gobiernan nuestro país, cuando declaran:   tendrán prioridad para recibir alimentos, medicinas, combustibles, atención en los programas sociales etc. los censados en las UBCh y quienes porten el carnet de la patria. Y para remate, echarán de la administración pública a los funcionarios que no comulguen con esta descalabrada ideología.

Tal actitud se   hace equiparable con los pronunciamientos del perturbado Hitler, cuando sus discursos contenían siempre exclusión y arrogancia; para muestra la expresión siguiente: “Para qué imitar la basura de los demás, si de mí brota la perfección".

Sospechamos que la intención del oficialismo es conducir al conglomerado mayoritario de la oposición hacia la “nuda vida”, con las persecuciones y allanamientos de las inmunidades a los parlamentarios incómodos; es decir, decretar para los opositores: la vida civil despojada de sus derechos en general.  Arrebatar toda posibilidad de existencia ciudadana a quienes no compartan la satrapía que propicia el régimen, y padece el país. Sin embargo, diremos siempre con bastante insistencia que la identidad que tenemos, en esta venezolanidad que hemos construido a pulso cada día, no es un simple dato natural, ni un préstamo cancelable a algún delirante civil-militaroide. La nacionalidad y civilidad con las que vivimos y por la que existimos los venezolanos, sin distinción, emerge a partir de nuestra consistencia socio- histórica.

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