África Oraá: la conocimos y la
reconocemos.
Dr. Abraham Gómez R.
Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua.
Cuán regocijados estamos los venezolanos, y sobre todo
quienes llevamos la deltanidad tejida sensiblemente a nuestra piel, por las
mujeres que han hecho y siguen haciendo densos y nobles sus pensamientos y
prácticas diarias por sus vidas.
Orgullosos nos sentimos de nuestras mujeres que dedican horas
y pasiones de sus existencias a meditar con grandeza al país, y a reflexionar
este pedazo de geografía humana, el Delta del Orinoco, que luchamos junto a
ellas, recurrente e indetenible cada día, para hacerlo más vivible.
Nuestras mujeres deltanas han podido ensanchar sus múltiples opciones en todas áreas y sectores: Las artes
plásticas, la política, las
manifestaciones artísticas, el derecho, la música, la literatura, el comercio,
como amas de casa, la ingeniería, la medicina,
la sociología, la pedagogía.
Ellas han conseguido cauces a sus propios intelectos.
Esa lucha denodada la hizo suya también, cuando le
correspondió, África Oráa Williams de Del Moral. Y hoy, en tributo de
agradecimiento, nuestro Delta se erige siempre presto a reconocérselo.
Únicamente el esplendor fonético y la exquisitez al
pronunciar su nombre señalaba con certeza los presagios de sus triunfos artísticos.
Ella se supo de dotadas cualidades histriónicas desde sus
inicios musicales en 1948, a los trece años de edad en su Ciudad Bolívar natal.
Hay como una proyectada metáfora de aguas y talentos, desde aquella histórica
Angostura hacia el Delta del Orinoco.
Su indetenible trayectoria brillaba con fulgor en cada
presentación.
En 1954, al lado de Virgilio Decán, el luego famoso Alí Khan,
como la cantante estelar del programa que él conducía.
Así también, catapultada al estrellato nacional, canta en los
programas de la televisión nacional “El Show de Renny” y “Lo de Hoy”, ambos
espacios animados por Reinaldo Ottolina Pinto (Renny).
La presencia de África tenía la imantación suficiente para
hacerse sentir en cualquier manifestación artística. Una especie de
predestinación que África supo aprovechar al máximo.
Acaudaló un público, sin diferenciaciones, que le tributaba
admiración y respeto.
La Sociedad de Damas Bolivarianas, en Delta Amacuro, inicia
sus funciones, en los salones del Centro Cultural; una lujosísima construcción
para entonces, en 1954, con una gala de mucho renombre; e invitan a la ya
consagrada cantante guayacitana África Oráa Williams, para que compartiera escenario
con el joven declamador regional Matías
Alirio Cequea Palacios.
Tal evento causó inmenso
revuelo, demostración inusitada para esa época en nuestra población para un
artista; Fue tanta la repercusión que la gente se agolpaba por cada sitio por
donde pasaba África. Deseaban mirarla, tocarla, disfrutar su voz y melodía.
Ella llegó a amar con infinita intensidad a nuestro Delta,
que decidió quedarse entre nosotros, y dar rienda suelta a su versatilidad.
Sus trabajos manuales con la utilización de distintos
materiales fueron suficientemente reconocidos y premiados; por cuanto eran
verdaderas joyas de “orfebrería floral”.
En su indetenible afán de formar y legar a las futuras
generaciones constituyó grupos que resaltaban el folklore nacional y regional;
así entonces, la vimos y admiramos en las diversiones populares: los
chimichimitos, las negritas, el pájaro guarandol y la burriquita, entre otros. Manifestaciones
donde África expresa con grandeza su amor y sentido venezolanista.
Ella organizó por primera vez el Sindicato de los
trabajadores de Cine, Radio, Televisión y afines en este estado.
Conformó en el entonces Territorio Federal Delta Amacuro una
filial de la Asociación Venezolana de Artista de Escena, que dirigían nacionalmente
Víctor Morillo y Alfredo Sadel.
Una vez que regresó de una gira por Cuba me
obsequió un disco del tenor favorito de Venezuela; y me dijo "por allá me acordé ti".
En Tucupita fundamos, bajo la administración de la
Corporación Venezolana de Guayana, un canal de Televisión Educativa, con la
finalidad de reforzar, en los productores agropecuarios, las tareas de
mejoramiento de cultivos y crías, a través de cartillas para incentivar la
lecto-escritura, y con programas transmitidos en las propias comunidades.
Ella,
con bastante devoción colocó su arte y talento para estas tareas y encarnó el
personaje principal: una campesina que le hablaba a los suyos, con un discurso
llano, y directo.
Tanto llegó a impactar esa programación, y el campesinado a
quererla que reclamaban su presencia; deseaban que África los visitara, que
compartiera con ellos.
Hoy la deltanidad la recuerda con infinito amor.
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