La lexicografía que nos teje a la
Deltanidad.
Dr. Abraham Gómez R.
Miembro de la Academia
venezolana de la Lengua
abrahamgom@gmail.com
Luce apreciable que en cada uno de los ámbitos profesionales, o bajo
cualquiera otra circunstancia, donde a un deltano le ha correspondido
desempeñarse fuera de nuestra región, pone de manifiesto una serie de rasgos
lingüísticos usados y valorados en nuestra específica comunidad de hablantes.
Gozamos de un caudal inagotable y una riqueza expresiva que teje un
modo particular de ser y decir: una manifestación propia de nuestra realidad en
el Delta del Orinoco.
Tal develamiento, en la manera de expresarnos los deltanos nacidos y
asimilados, no constituye, para nada, algo peyorativo o extravagante.
Sépase que así también afloran interesantes, y suficientemente
estudiadas, las estructuras lexicales de muchos contextos culturales de
Venezuela.
Geolecto es la concreta denominación que se le otorga a esa variedad o
modalidad para significar las cosas; eso se hace posible por cuanto hay un
exquisito cultivo de relaciones sociales, afectivas y geográficas; con lo cual
se nutre el registro vocabular para un espacio común y de querencias
colectivas. Adquiere de suyo un constructo específico de lengua natural para
los hablantes de ese lugar.
Hacemos la pertinente advertencia que también vale para cualquier
espacio o comunidad de hablantes: el léxico no es un elemento estático,
inamovible o impenetrable por otras corrientes, o ajeno a la afluencia de
términos que irrumpen con fuerza para cobrar sitio idiomático y asentarse, por
algún tiempo.
Aceptamos que los vocablos una vez que se hacen cotidianos en el uso y
acervo popular, son asimilados y recopilados en los diccionarios de
regionalismos o contrastativos; es decir acopiados en unos inventarios de
léxicos, propensos a constante actualización y comparaciones entre regiones.
A partir de allí, se activa una interesante dinámica que incorpora y
desincorpora palabras; unas que entran en el juego idiomático o dialectal de
cada día, y otras que salen porque han dejado de utilizarse.
Por lo pronto hemos expuesto, donde nos ha correspondido, que la
Deltanidad es una asimilación categorial (superior a un concepto), en
permanente síntesis constructiva; que nos hemos tomado la tarea de irla
definiendo y darla a conocer como una legítima y natural voluntad de los
deltanos, para tejernos en la piel nuestras valoraciones, motivaciones,
acendradas y comunes costumbres, conocimientos, emociones, sensibilidades,
mitos, ritos, triunfos y desaciertos.
Deltanidad que nos ha permitido enhebrar nuestras especificidades
culturales, con las respectivas vivencias; sin eludir que también atravesamos
carencias.
La variedad de las palabras que nos concede proxemia (vínculos
afectivos) en la región también forma parte de la Deltanidad.
Diremos, a manera de ejemplo, que difícilmente alguien que no haya
nacido o vivido en el Delta del Orinoco podrá conseguir significados o
referentes inmediatos de algunos vocablos del breve párrafo, que relatamos de
seguidas: “El maraisa canaletea en su balajú, con una chorrera de jabaos; aunque
el agua le llega hasta los ñeques no teme a las marejadas. Muy extraño
resultará que se trambuque. Apenas lleva a bordo una guitarrilla, una bola
pisada, un tamborín y un pedazo de cagalera. Tienen pensado saltar a un costo
alto, para montar el canarín sobre tres topias y cocinar churrumchos, pechitos
y domplinas, sin mucha humatana.
Le escuchamos decir al despedirse de la gentará que promete regresar a
tiempo para besar la mano; esperar al hijo que hoy lo sueltan temprano y
moverse en el cambulé, aunque a veces allí se arman unas chismeras”.
Hemos disfrutado en nuestro regionalismo de un bagaje geolectal en
incesante crecimiento gracias a la cruzada influencia de Waraos, Esequibanos,
Margariteños y Trinitarios, entre otras comunidades de hablantes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario